Un puñado de palabras
Mil y un defectos a corregir, empadronado en el barco de las ilusiones y las paranoias, porque escribir es desahogo y el ahogarse es algo que suele doler.
La cadena de pensamientos es algo que suele pesar, de un folio en blanco podría derivar una guerra entre corsarios y sicarios, todo por inventar una historia que se que ha sido creada como consecuencia de un desvelo o de una fumada, eso poco importa.
Procuro aprender a que en la vida real el crear historias de la nada puede tener peores consecuencias que el mero entretenimiento, pero en ocasiones me planteo el aprender a aprender, puede que después de eso tenga que pensar menos en que decir o en como actuar. Esto no es más que la rutina diaria, o más bien nocturna, de creer que puedo cambiar fallos o defectos. Puede que todo venga innato, puede que la seña de identidad de cada uno sea lo que otra persona puede llegar a detestar, aunque no hay nada peor como detestarse, en ocasiones, a uno mismo.
Yo mientras tanto voy enlazando quimeras hasta cerrar un círculo de dudosas intenciones. Creo formas en mi cabeza que luego soy incapaz de pasar a un simple papel.
Por ello intento batallar cada día, una pequeña guerra contra esos virus que hay en mi cabeza que muchas veces me impiden ser un poco más feliz.
A lo mejor en la ignorancia está el alivio, pero esos pequeños virus nacen del autoengaño que no hacen más que alimentar el cerrojo de ese círculo.
Por todo ello busco la manera de sentarme a charlar conmigo mismo, evitando esos largos silencios que casi siempre duran toda una noche. En busca de un motivo que me motive a caminar, algo que me haga ser capaz de dibujar esas simples figuras, todo por ser capaz de poder mirarme al espejo y porqué no, esbozar una leve sonrisa, con la seguridad de que hoy las cosas van a ser un poco mejor, de que hoy, quizás, sea el día en que he cambiado por lo menos uno solo de esos fallos, y así acostarme con la satisfacción de que solo me quedarían mil defectos por corregir.
La cadena de pensamientos es algo que suele pesar, de un folio en blanco podría derivar una guerra entre corsarios y sicarios, todo por inventar una historia que se que ha sido creada como consecuencia de un desvelo o de una fumada, eso poco importa.
Procuro aprender a que en la vida real el crear historias de la nada puede tener peores consecuencias que el mero entretenimiento, pero en ocasiones me planteo el aprender a aprender, puede que después de eso tenga que pensar menos en que decir o en como actuar. Esto no es más que la rutina diaria, o más bien nocturna, de creer que puedo cambiar fallos o defectos. Puede que todo venga innato, puede que la seña de identidad de cada uno sea lo que otra persona puede llegar a detestar, aunque no hay nada peor como detestarse, en ocasiones, a uno mismo.
Yo mientras tanto voy enlazando quimeras hasta cerrar un círculo de dudosas intenciones. Creo formas en mi cabeza que luego soy incapaz de pasar a un simple papel.
Por ello intento batallar cada día, una pequeña guerra contra esos virus que hay en mi cabeza que muchas veces me impiden ser un poco más feliz.
A lo mejor en la ignorancia está el alivio, pero esos pequeños virus nacen del autoengaño que no hacen más que alimentar el cerrojo de ese círculo.
Por todo ello busco la manera de sentarme a charlar conmigo mismo, evitando esos largos silencios que casi siempre duran toda una noche. En busca de un motivo que me motive a caminar, algo que me haga ser capaz de dibujar esas simples figuras, todo por ser capaz de poder mirarme al espejo y porqué no, esbozar una leve sonrisa, con la seguridad de que hoy las cosas van a ser un poco mejor, de que hoy, quizás, sea el día en que he cambiado por lo menos uno solo de esos fallos, y así acostarme con la satisfacción de que solo me quedarían mil defectos por corregir.