Y hubo un tiempo en que nada nos preocupaba, eramos felices con 25 pesetas para jugar a las máquinas o comprar chucherías y globos de agua. Pero la mente adulta es torpe, magnifica acontecimientos aún con el deseo de restarle importancia. Crecemos y tenemos cada vez más dependencia económica pero jamás podremos comprar aquello que en antaño nos era tan fácil de adquirir. La inocencia se pierde y el ser consciente de lo que hacemos y decimos resulta la más punzante de las armas.
Quiero reir por cosas que no tengan gracia, llorar por lo insignificante y olvidar al rato cual era el motivo de mis llantos, quiero mancharme de barro en los charcos y sonreir mientras me riñen...
Los recuerdos no dejan de ser fotos, fotos que cuelgan en nuestra memoria y que de vez en cuando nos apetece ver, pero a veces pienso que las veo solo para olvidarme del futuro por unos momentos.
Da lo mismo, mis recreos seguirán siendo un partido de baloncesto en la tele o una borrachera con mi manada, lejos pero siempre cerca, tirando todos del mismo carro y fundiendo el acero que tengamos clavado...
Porque al final, solo estando con la gente que quieres es como realmente puedes volver a sentirte un
niño.